martes, 15 de julio de 2008

¿Marcha por la tolerancia?

Salió en todos los medios: “miles de homosexuales y simpatizantes se dieron cita en el paseo de la Reforma de la Ciudad de México para exigir respeto a sus derechos”. La multicitada reunión logró no sólo la participación de organizadores, partidarios y medios de comunicación, sino el decidido apoyo del gobierno de la Ciudad de México.

Algo que llama la atención es el ángulo de las fotos que se presentan en la mayoría de los medios: para ser un evento que convocó a cientos de miles de personas, el conteo que se hace de las personas, parece ser que en el mejor de los casos es optimista, por no decir exagerado.

Y es que en este evento se reunieron no sólo homosexuales de la zona metropolitana de la ciudad de México y del país, sino que participaron también grupos itinerantes del lobby lésbico gay que apoyan este tipo de eventos en cualquier parte del mundo, simpatizantes, curiosos y espectadores involuntarios que paseaban por una de las zonas más visitadas por turistas y paseantes en la capital.

Considerando lo anterior, para ser un grupo de personas que basa sus exigencias en su representatividad en la sociedad, y tomando en cuenta los recursos y apoyos que invirtió, pareciera que su convocatoria está sobredimensionada.

Pasando al objetivo de los participantes en esta marcha, que es exigir tolerancia, podemos decir que de ninguna manera puede discutirse. Cualquier sociedad requiere la vivencia de la tolerancia para poder sobrevivir.

La nuestra, como otras sociedades, ha tenido cambios en este aspecto. Lo que llama la atención es que ahora, lo políticamente correcto no sólo es tolerar a los grupos homosexuales, sino promoverlos y apoyarlos.

¿Los homosexuales tienen un estatuto distinto al de las demás personas? La respuesta simple y llana es negativa. Estos grupos de personas, como cualquier otro colectivo humano, tienen los mismos derechos que los demás por su condición de personas humanas.

Considerando lo anterior, por supuesto que los grupos homosexuales pueden ejercer su derecho de expresión como cualquier otro grupo en el país, el problema es cuando las autoridades gubernamentales, en este caso el Gobierno de la Ciudad de México, utiliza recursos públicos, cuyos fines deberían ser apoyar a toda la sociedad al servicio de grupos específicos.

De una manera igualmente burda, pero a final de cuentas con los mismos resultados, podemos hacer un paralelismo con el asunto del “gober piadoso” o con las campañas publicitarias de gobernadores que buscan la manera de darle vuelta a la ley para promover su imagen: la aplicación de recursos públicos para fines particulares.

Y es que a final de cuentas, el argumento de generación de turismo o de rendición de cuentas por parte de una “celebridad” es tan creíble como el de promover la equidad en una ciudad que tiene necesidades más apremiantes en otros aspectos como son la infraestructura, la seguridad y la aplicación de la ley.

Habrá que reconocer la maleabilidad de un gobierno que tiene la habilidad de simultáneamente controlar los daños provocados por la muerte de jóvenes ocasionada por la corrupción y la incompetencia y que, además, se da tiempo para apoyar la agenda de grupos que con la bandera de la equidad buscan concesiones especiales.


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