jueves, 14 de agosto de 2008

...Cuando la política era menos civilizada

Por: Carlos Astudillo

Al finalizar la segunda década del siglo XX, entre un gran conglomerado de organizaciones socialistas, anarquistas y laboristas que desplegaban una crítica feroz al capitalismo liberal vigente en todo el mundo, el Partido Comunista Mexicano fue fundado en 1919 como resultado de la proyección internacional de la triunfante Revolución Rusa de 1917. Durante muchas décadas fue sin duda la principal organización política de izquierda, dotando a innumerables movimientos y grupos políticos diversos con la estructura ideológica y los liderazgos más destacados a nivel social.

El Partido Comunista Mexicano fue más proclive a la disidencia respecto a Moscú que a la ortodoxia comunista, y en realidad, en los años en que los gobiernos de la Revolución Mexicana no lo declararon ilegal, se convirtió en un soporte del sistema político mexicano, argumentando que su labor política de lucha de clases estaba estrechamente vinculada a la creación del poderoso andamiaje corporativo obrero campesino del PRI.

Serán disidentes y opositores a esta línea política nacionalista revolucionaria los líderes de grupos que romperán con el sistema y optarán por la vía armada para lograr sus objetivos políticos. La guerrilla mexicana se nutrió de antiguos cuadros emanados del Partido Comunista, y particularmente de sus juventudes, impacientes y ansiosos por cambiar el sistema económico y político de México conforme lo habían logrado en Cuba sus predecesores.

Hay que reconocer, sin embargo, que pesan más, en la conformación de estos grupos que integran la izquierda revolucionaria de los años sesenta y setenta, la cerrazón del sistema político mexicano, la violencia y represión de los caciques priístas, la manipulación y el control de los campesinos y obreros en el sindicalismo oficial, la ostentosa corrupción y la impunidad, que razones ideológicas y teóricas para justificar la opción armada.

Después de varios años de una lucha librada en los callejones y sótanos del sistema político mexicano, después de bombazos y secuestros, asaltos a bancos, ajusticiamientos y encarcelamientos, torturas y desapariciones forzadas, masacres y atentados, los principales grupos de la izquierda revolucionaria fueron desmantelados por las policías y el ejército. Sus integrantes murieron o fueron desaparecidos, otros fueron encarcelados.

De entre los sobrevivientes, algunos se negaron a aceptar su fracaso. Hoy en día sus principales continuadores son expresiones como el EPR o el EZLN. Otros negaron la viabilidad de la vía armada como forma de cambiar la política en México, y se insertaron en la lucha política legal.

La legalización del PCM en 1979 fue fundamental para ello. Algunos incursionaron en la opción partidista y fundaron el PSUM, que incluyó al viejo PCM, o el PMT. Otros optaron por la movilización popular y los movimientos urbanos emergentes en la década de los años setenta y ochenta, potenciados por el terremoto de 1985.

En 1989, y utilizando como base al PSUM y al PMT, junto con otras organizaciones nace el PRD. Es un partido en el que confluyen antiguos guerrilleros comunistas con priístas disidentes, líderes de movimientos urbanos con académicos e intelectuales, maestros, obreros y campesinos.

La multitud de liderazgos, intereses y planteamientos o posturas, hacen muy difícil al PRD tener una identidad homogénea y coherente. De hecho, se reproducen en su seno los planteamientos del nacionalismo revolucionario priísta de corte populista, con planteamientos socialdemócratas de corte eurocomunista, con extensas redes de grupos sociales y movimientos vinculados a causas populares como la habitación y el trabajo, o incluso a actividades del crimen organizado, como narcomenudeo o secuestro.

Taxis piratas, comerciantes ambulantes, burócratas y solicitantes de vivienda o pensiones a cargo del gobierno, forman la base de liderazgos basados en clientelas que dan a sus líderes poder económico y político para destacar en el panorama de la izquierda perredista. Quienes se deslindan de estas prácticas y tendencias son señalados como traidores y cómplices de la derecha.

La izquierda perredista es, lamentablemente, un ámbito que privilegia el insulto sobre la reflexión, la movilización callejera sobre las prácticas legislativas, y la oposición a ultranza sobre los planteamientos propositivos y la integración de un gran pacto político nacional para el beneficio de México. Son las muchas tribus mongolas en busca de su Genghis Khan que los lleve a la conquista del mundo.

México necesita una izquierda que ponga contrapeso a las organizaciones y grupos políticos que no lo son. Las viejas aspiraciones de justicia e igualdad de la izquierda son complementarias con las de libertad y legalidad de la derecha.

Cuando en México izquierda y derecha asuman los valores compartidos que exige el Bien Común, habremos llegado a una nueva etapa en nuestro desarrollo político, donde tales categorías de la geometría política habrán perdido utilidad y sólo serán referencias de una época en la que la política era menos civilizada.

No hay comentarios: